Pero él de momento no se suicida
Los actores son muy dados a aportar soluciones para salvar a la humanidad de los peligros que, según ellos, se ciernen sobre ella. A algunos les da por reflexionar sobre el inexistente calentamiento global mientras viajan en jet privado. Irons, en cambio, propone soluciones más radicales.
2010-05-24 Pablo Molina / EFE
Jeremy Irons ha llegado a la conclusión de que el planeta superpoblado, y tras profundas meditaciones, seguramente fruto de un largo proceso de estudio, ha decidido que esto no puede seguir así. El intérprete de películas míticas como "Lolita" predice que las guerras o las enfermedades, "probablemente" estas últimas, acabarán corrigiendo una situación a su juicio desastrosa.
Para el actor británico, cuyos méritos académicos en antropología, historia o biología permanecen en el desconocimiento más absoluto, el problema de la humanidad es el actual ritmo de crecimiento demográfico, que califica de "insostenible". También recuerda que mil millones de personas sufren hambre en el mundo, lo que califica de "locura", de forma que invita a las nuevas generaciones a hacer frente a ese desafío con "soluciones imaginativas". El hecho de que el planeta sea capaz de producir con las nuevas tecnologías alimento más que suficiente para todos sus habitantes es una variable que no ha debido tener en cuenta a la hora de formular sus designios.
Y tras este preámbulo que pretende sentar la necesidad de "actuar" sobre el exceso de población, Irons dirige su escalpelo intelectual hacia el "consumismo", una de las causas de que la humanidad no presente un estado aceptable según su elevado criterio.
Irons se escandaliza por la proliferación de tiendas de ropa en todos los países. "Uno va por la calle comercial (decualquier ciudad británica) y no ve más que ropa, ropa y más ropa", explica el actor, para a continuación preguntarse "¿Cuánta ropa necesita la gente?".
Pero no son sólo los cambios frecuentes de vestimenta lo que molesta al actor británico, sino también la costumbre de comprar automóviles nuevos desechando los viejos. Para el bueno de Jeremy deberían fabricar coches que duraran cuarenta años, algo por cierto que ya ocurre como ha podido comprobar él mismo en sus visitas a La Habana. Las innovaciones tecnológicas y la mejora constante de la seguridad y prestaciones de los nuevos vehículos no parecen ser argumentos de peso para este excelente actor, partidario de acabar de un plumazo con la floreciente industria automovilística.
Y si los millones de empleados dedicados a fabricar ropa y automóviles pueden estar algo molestos con las propuestas de Irons, los espectadores habituales de los cines más vale que anden prevenidos. Jeremy Irons está dispuesto a realizar un documental sobre la "sostenibilidad" del planeta en la línea de "Una verdad incómoda", parodia del cine de catástrofes pergeñada en su día por Al Gore. Los Oscars y el Nobel de la Paz muy bien podrían tener ya nuevo dueño.
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Para el actor británico, cuyos méritos académicos en antropología, historia o biología permanecen en el desconocimiento más absoluto, el problema de la humanidad es el actual ritmo de crecimiento demográfico, que califica de "insostenible". También recuerda que mil millones de personas sufren hambre en el mundo, lo que califica de "locura", de forma que invita a las nuevas generaciones a hacer frente a ese desafío con "soluciones imaginativas". El hecho de que el planeta sea capaz de producir con las nuevas tecnologías alimento más que suficiente para todos sus habitantes es una variable que no ha debido tener en cuenta a la hora de formular sus designios.
Y tras este preámbulo que pretende sentar la necesidad de "actuar" sobre el exceso de población, Irons dirige su escalpelo intelectual hacia el "consumismo", una de las causas de que la humanidad no presente un estado aceptable según su elevado criterio.
Irons se escandaliza por la proliferación de tiendas de ropa en todos los países. "Uno va por la calle comercial (decualquier ciudad británica) y no ve más que ropa, ropa y más ropa", explica el actor, para a continuación preguntarse "¿Cuánta ropa necesita la gente?".
Pero no son sólo los cambios frecuentes de vestimenta lo que molesta al actor británico, sino también la costumbre de comprar automóviles nuevos desechando los viejos. Para el bueno de Jeremy deberían fabricar coches que duraran cuarenta años, algo por cierto que ya ocurre como ha podido comprobar él mismo en sus visitas a La Habana. Las innovaciones tecnológicas y la mejora constante de la seguridad y prestaciones de los nuevos vehículos no parecen ser argumentos de peso para este excelente actor, partidario de acabar de un plumazo con la floreciente industria automovilística.
Y si los millones de empleados dedicados a fabricar ropa y automóviles pueden estar algo molestos con las propuestas de Irons, los espectadores habituales de los cines más vale que anden prevenidos. Jeremy Irons está dispuesto a realizar un documental sobre la "sostenibilidad" del planeta en la línea de "Una verdad incómoda", parodia del cine de catástrofes pergeñada en su día por Al Gore. Los Oscars y el Nobel de la Paz muy bien podrían tener ya nuevo dueño.
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