¿Qué ha pasado con esa millonaria cantidad un año después?. Esta información aparecía hace un año tras una "supuesta" investigación en el Senado americano sobre el desfalco de la empresa privada que imprime la moneda estado unidense.
11 de julio de 2009
De la FED (Reserva Federal Norteamericana, un grupo de bancos privados controlados por el capitalismo internacional, al mando de Ben Shalom Bernanke y la Banda de la Kipá) han desaparecido 9 billones de dólares, el equivalente a 6 PIB's enteros de España en sus mejores tiempos. La cantidad, espeluznante, inimaginable, ha volado en los últimos meses, y está fuera del control contable del macro-banco, por lo que no ha sido conocida (¡ja!) ni supervisada por Elizabeth
Coleman, que es la Inspectora General de la Reserva Federal, una señora que no tuvo rebozo en hacer el ridículo echando balones fuera ante la durísima inquisitoria del congresista Alan Grayson(1). El desfalco es el mayor del que se tiene noticia en toda la historia universal de la banca, y hablamos de una élite de auténticos recordmen. ¿Le sorprende al lector que al asunto se le esté echando tierra encima en todos los medios de comunicación? ¿O ya conoce la falta de transparencia de estos en la tarea informativa cuando se trata de airear las vergüenzas de sus propietarios, de sus acreedores o del verdadero poder mundial, a fin de cuentas?
El súper-desfalco significa que la Banda de la Kipá está robando cada vez más deprisa, más descaradamente, porque la mamadurria se le acaba. Y con ese dinero fabricado de espaldas al Estado Federal —falso, por lo tanto— están haciéndose, a precio de saldo, con propiedades inmobiliarias y empresas estratégicas. Ellos lo llaman títulos o valores tóxicos,(2) pero hay que tener en cuenta que ya todos los bienes y empresas norteamericanas son tóxicos, en el sentido primigenio que se le dio a tal palabra hace unos meses: valores que se financiaron con créditos que jamás podrán ser devueltos. Tal como viene avisando Ácratas desde hace meses, EEUU estará en suspensión de pagos en otoño. Ya lo están más de una docena de sus 50 estados, como por ejemplo California, que representa el 10% del PIB norteamericano. El resto se derrumbará como una cadena de fichas de dominó en cuestión de pocos meses, junto con el Gobierno Federal. Y es que el asunto es universalmente conocido en ámbitos en los que se sabe sumar, restar, multiplicar y dividir (exclúyase España, por tanto). Hace unos días, Timothy Geithner (otro más de la Banda de la Kipá), Secretario de Estado del Tesoro estadounidense, hizo el ridículo más espantoso cuando, ante una audiencia de estudiantes de economía en Pekín, fue abucheado y sometido a público escarnio de risas y chirigotas porque se atrevió a decir que China había acertado poniendo sus reservas en Bonos del Tesoro Norteamericano.
Y es que lo sabe ya todo el mundo civilizado. La campaña que viene orquestándose sosteniendo las cotizaciones bursátiles en las principales plazas a base de inyecciones de capital recién creado, con la tinta aún fresca, tiene que acabar o las consecuencias serán aún peores. Esta huída hacia adelante de EEUU (y de su satélite y cerebro, el Reino Unido) conduce directamente al abismo. El riesgo para el resto de la humanidad es que, una vez en el borde, nos arrastren a todos con ellos. Que lo harán.
El esquema de la estafa da que pensar. Cuando se cede la prerrogativa de la fabricación del dinero desde la nada a un grupo de bancos privados —que eso es la FED, la agrupación de doce bancos federales cuyos propietarios son bancos privados—, cuando se admite pagar intereses por una partida de billetes cuyo único valor para los prestamistas es su costo en papel y tinta, el resultado final tiene que ser la ruina. Ante la impunidad absoluta, al principio, los socios de la FED se conformaron con el goloso negocio de cobrar intereses por prestar algo sin valor intrínseco. Pero más tarde, la espera para cobrar los intereses les pareció absurda. ¿Para qué esperar si lo podían fabricar directamente y gastárselo sin tasa, puesto que los únicos que podían controlar parcialmente sus tejemanejes —la FED tiene autonomía absoluta frente al Estado, como mandan los cánones del neoconservadurismo— son unos poquísimos funcionarios corruptos como la Inspectora Coleman?...
Coleman, que es la Inspectora General de la Reserva Federal, una señora que no tuvo rebozo en hacer el ridículo echando balones fuera ante la durísima inquisitoria del congresista Alan Grayson(1). El desfalco es el mayor del que se tiene noticia en toda la historia universal de la banca, y hablamos de una élite de auténticos recordmen. ¿Le sorprende al lector que al asunto se le esté echando tierra encima en todos los medios de comunicación? ¿O ya conoce la falta de transparencia de estos en la tarea informativa cuando se trata de airear las vergüenzas de sus propietarios, de sus acreedores o del verdadero poder mundial, a fin de cuentas?
El súper-desfalco significa que la Banda de la Kipá está robando cada vez más deprisa, más descaradamente, porque la mamadurria se le acaba. Y con ese dinero fabricado de espaldas al Estado Federal —falso, por lo tanto— están haciéndose, a precio de saldo, con propiedades inmobiliarias y empresas estratégicas. Ellos lo llaman títulos o valores tóxicos,(2) pero hay que tener en cuenta que ya todos los bienes y empresas norteamericanas son tóxicos, en el sentido primigenio que se le dio a tal palabra hace unos meses: valores que se financiaron con créditos que jamás podrán ser devueltos. Tal como viene avisando Ácratas desde hace meses, EEUU estará en suspensión de pagos en otoño. Ya lo están más de una docena de sus 50 estados, como por ejemplo California, que representa el 10% del PIB norteamericano. El resto se derrumbará como una cadena de fichas de dominó en cuestión de pocos meses, junto con el Gobierno Federal. Y es que el asunto es universalmente conocido en ámbitos en los que se sabe sumar, restar, multiplicar y dividir (exclúyase España, por tanto). Hace unos días, Timothy Geithner (otro más de la Banda de la Kipá), Secretario de Estado del Tesoro estadounidense, hizo el ridículo más espantoso cuando, ante una audiencia de estudiantes de economía en Pekín, fue abucheado y sometido a público escarnio de risas y chirigotas porque se atrevió a decir que China había acertado poniendo sus reservas en Bonos del Tesoro Norteamericano.
Y es que lo sabe ya todo el mundo civilizado. La campaña que viene orquestándose sosteniendo las cotizaciones bursátiles en las principales plazas a base de inyecciones de capital recién creado, con la tinta aún fresca, tiene que acabar o las consecuencias serán aún peores. Esta huída hacia adelante de EEUU (y de su satélite y cerebro, el Reino Unido) conduce directamente al abismo. El riesgo para el resto de la humanidad es que, una vez en el borde, nos arrastren a todos con ellos. Que lo harán.
El esquema de la estafa da que pensar. Cuando se cede la prerrogativa de la fabricación del dinero desde la nada a un grupo de bancos privados —que eso es la FED, la agrupación de doce bancos federales cuyos propietarios son bancos privados—, cuando se admite pagar intereses por una partida de billetes cuyo único valor para los prestamistas es su costo en papel y tinta, el resultado final tiene que ser la ruina. Ante la impunidad absoluta, al principio, los socios de la FED se conformaron con el goloso negocio de cobrar intereses por prestar algo sin valor intrínseco. Pero más tarde, la espera para cobrar los intereses les pareció absurda. ¿Para qué esperar si lo podían fabricar directamente y gastárselo sin tasa, puesto que los únicos que podían controlar parcialmente sus tejemanejes —la FED tiene autonomía absoluta frente al Estado, como mandan los cánones del neoconservadurismo— son unos poquísimos funcionarios corruptos como la Inspectora Coleman?...
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